
por que ya no hay progreso, muñeco.
Ahí donde me convertí en mi propio desdeño,
que se deliza en caída como la gota de sudor en el pecho
y la asfixia me deja a pata en otras de aquellas mañanas,
que por millares de veces me prometo no abrazar.
Y esta rata que siempre vuelve al mismo queso,
no pierde las mañas.
Ahí justo cuando el infierno tiene cara de sol y de casi medio día.
Ahí salgo del subsuelo.